Mi madre Esther, y sus alas de oro

 

Eras, madre querida, tan rara
y tan linda
como tus alas, de oro, sí
esas de montar los sueños
junto a mí
a mi Alicia pequeñita.
Amar, repetías, es palabra divina
no lo olvides Rosita…
enloquece, gira, canta…
albor de caricias tus palabras
de un mundo perfecto
o perfectible…
en el Zoo de Baires abrimos las rejas,
en los Parques de Ciudadela
y en las caminatas
sin una moneda en los bolsillos,
fuimos felices
atardecer mío, madre, Esthercita fuiste
sin salvación unida a Moisés,
atardecer del yo
mi niña rosita percibiendo dolor
y un gran monte de lentejas
en las cenizas.
Juntas madrecita,
de aventuras locas nos hicimos
pájaro en ramas de primavera
eternizando
gorjeos de un piano en concierto,
en nuestra casa
la vieja casa de Munro
y el Chassaigne Fréres
que a cuatro manos deslizábamos melodías,
amábamos esas teclas de nácar,
rotas y amarillas
pero, teníamos sonrisas para volar,
alas de polvo de oro me diste,
y las cuentas de lentejas
quedaron en su sitio,
piedras al pie de esta historia
sosteniendo.

© 2008 Rosa Buk 

La imagen y la música en cada poema fueron elegidas por Rosa Buk, cuando los publicó por primera vez en poesiapura.com

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