Sur de malvones y madreselvas, “la ñata contra el vidrio”
pero en casa… llueve a torrentes, querido,
y la nostalgia no se me cierra con versos de Salinas,
ni el corazón acalla al rezo de un exaltado salmo de Cardenal
o las baladas de Wordsworth que tanto te gustaban…
las cosquillas del tiempo me sacuden, y te nombro, y te busco.
Te acordás, Abel, cuando recortaba papelitos? sí…
de revistas viejas con publicidades tóxicas, o banales,
¡qué importaba! eran mis magias las que redimían
eran mis objetos, mis herramientas de arte, qué loco! no?
era espanto de consumo convertido en beauty-pop,
en escándalo social derribado a tropel sobre la mesa o en el piso
-no te permitía pisar por allí, ni a vos, mi bello Abel,
ni al gato que trajiste del mercado de Abasto
pulgas de oro lo bautizamos y le dimos el primer baño
cómo nos reímos Abel, era tan chiquitito, tan frágil…
a la noche le leíamos Alicia, sí! lo recuerdo bien…
era un poco nuestro hijo, y vos… que me respetabas, siempre,
como a la Revolución del pueblo, como a la bandera… me consentías
y me traías papelitos plateados de cigarrillos, serpentinas usadas del club…
que yo agregaba a las lentejuelas de cuando niña… cajita de milagros…
tesoros de pirata románticos, nosotros, Abel… y la lluvia… y los collages…
eran los tiempos de crear un mundo sin cuentos de Ítalo Calvino
más sencillo, cualquier cosa me venía bien para tapar, y no perder.
¿Te acordás el día que decidí tapizar toda la pared? sí!
esa que se caía descascarada (como algunos)… podés reírte, flaco lindo,
vos sabés bien lo que yo hice para que el gris no nos comiera el corazón.
Me sentía Peter Max arriba de una escalera chueca
clavando tapas de long play, una tras otra, mar de cartón en olas de colores
como si Carrà con sus pinceles me estuviera mirando desde su atelier de la calle Melo…
la música de Nat Cole, Markama, Los Jaivas, y Los Panchos
inundaba de otros sueños aquella casa de Palermo, azul de paloma libre.
Yo te bailaba al son de la imaginería y te besaba corriendo
y me brillaba el anillo de luna de alpaca, y todo me distraía…
sí, ese que me compraste en la feria hippie de Plaza Francia,
con un sombrero, ay… un sombrero todo pintado de ciudades.
Las mismas donde vos tenías que encerrarte, querido,
cuando en medio de todo aquello, de los salvajes con balas de goma y escudos
nos impedían acceder a nuestros estudios, a nuestros abrazos
y a esos matecitos valseados,
entonces la pista de geranios iba cayendo de nuestras manos…
y… nada, que hoy las encontré, las tapas y las fotos… sabés?
y vi tu cara y la sonrisa, ay, flaco, vos me matabas de amor
cuando te reías de mis estrellitas de papel todas pegaditas
en la caja de los viajes que nunca tuvimos juntos.
Yo la llamaba “Los viajes de vos”, y vaya a saber cuantos cangrejos
y hojitas de té de la China y semillas de café…
y algún poema de tu amigo el que se había ido a Italia, sí…
con la gorda querida, ay.. que que linda esa mina,
la de la voz de Rosita Melo y la Alba Solís, que tipa, ché!
como nos daba vuelta el corazón cuando cantaba en las noches de vigilia,
despacito… como un pecado, como una pena… como una diosa.
Ay, querido, ves? no puedo ser prolija al recordar,
siempre un despiste, con los apuntes de la facu
y con las fechas de lo que tuvimos y lo que nos quitaron.
Ah, las fechas no estaban en las fotos… no…
yo las inventé después… cuando ya no podías decirme nada…
te buscaba en cada piedra, en cada detalle del foco deslucido
del papel húmedo de mis lágrimas y en aquella pared, te acordás?
esa que sangraba por sus ladrillos huecos allí, donde estuvieron,
prohibidas y sepultadas… por si acaso, viste? todo era prevención,
menos los besos…
¿cuántos me diste aquel día que te ibas más lejos
cuántos, mi amor, mi Abel querido?
me corre escalofríos pensar que eso no está en las fotos
y que Soriano seguía escribiendo sus notas en La Opinión,
y nosotros esperábamos como pan la salida de sus libros
creyendo que hablaban de vos y de mí
y de los muchachos… claro,
entonces volvíamos a leer a Cortázar en voz alta
y éramos los cronopios y los famas, quizás también las esperanzas, todo junto,
con una Rayuela que nos aproximaba a la Maga y resplandecían las fotos
de una caja de collage, de una vida troquelada, pero intensa…
vos me decías que era tu linyerita
y tenías razón mi amor, y sigo siendo… porque así te llevo
cargado en las mochilas pintadas de mi espalda y las convierto en alas,
para vos, pibe… para vos.
© 2008 Rosa Buk
La imagen y la música en cada poema fueron elegidas por Rosa Buk, cuando los publicó por primera vez en poesiapura.com