Pensando en vos mientras cocino

 

Decime Abel, vos descubrís el centro de la calabaza
cuando la cortás, digo, le ves el rostro a las semillas?
Porque, sabés? para mí es un hueco tibio de hilitos anaranjados,
es un nido que guarda más calabazas como solcitos de mañana.
Sí, esas blancas ovaladas pepitas que no son de oro
pero son tan tiernas, querido,
son como un milagro en el cuenco de mi mano
que intenta calentarse en las hornallas encendidas,
porque hace frío este invierno, Abel, y vos… tan lejos, che.
Por eso quizás se entibia mi corazón cuando cocino para vos
a pesar de que no sé si vas a volver…
¡Ay! Abel querido, gimo por una tarde sencilla
con perfume a cebollas fritas,
y vos leyéndome cuentos de Bradbury, el Fahrenheit 451
ese no lo queríamos en nuestro país, y los escalofríos me vuelven…
ay, que no quiero mojar tus hojitas de laurel en la tabla de picar
(esa que me regaló tu mamá, te acordás?)
mejor sueño que me abrazás por la espalda
y tus besos cariñosos en las mejillas
me rebotan bonito como en cancha de tenis,
ganando en una final de “winbledón”.
Ufa! cambio el dial, este locutor me está poniendo triste,
y quizás no ganemos nunca nada vos y yo,
pero, qué estoy diciendo? sí, claro que ganamos, flaco,
ganamos esta memoria que no acaba nunca
y que nos besa el corazón de palomas,
todas revoloteando en nuestra cocina…
sí, las ves querido? como las del palomar del Cacho…
el que pudo volver igual que ellas…
apretado a un anillito de plomo con su nombre grabado.
Ay, el repasador está todo mojado… enredado en mi cintura,
mejor sigo cocinando, o esperándote… que es igual.

© 2008 Rosa Buk

La imagen y la música en cada poema fueron elegidas por Rosa Buk, cuando los publicó por primera vez en poesiapura.com

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