Noches de Bar Unión, tango y vino tinto

 

Caminábamos al tranquito lerdo, beso y beso, amándonos
vos y yo con los pies enredados y una sombra de peligro.
La Facultad de Ingeniería, monumento a la piedra misma,
estaba erguida de escalones y cascos azules, era allá por
los sesenta y pico, calles Balcarce y la Estados Unidos,
qué paradoja, che, de jeans argentinos, de lona, eso sí
y la gaseosa?… no, Abel vos eras vino tinto y yo te seguía,
por cumpa, nomás…sabes? no se si me gustaba el vino
o tu boca con ese perfume a campo en la ciudad de solos,
ese perfume a hombre delgado y rudo, camisa leñadora
y borceguíes comprados en La Chinche, qué locos!
yo de boina negra y minifalda, y la famosa blusa heredada.
Pucha! ni una foto nos quedó… en el cuore solamente y hoy
en estos versos donde si no te escribo Abel, me muero.
Caminábamos noche ciega derechito al Bar Unión,
refugio de estudiantes y otras yerbas, te acordás del colorado?
sí, de Joaquín, el de Bellas Artes, el que se paraba cada vez
frente a la casa de Castagnino y le tiraba piedritas a las ventanas
y gritaba, bajá Juanca que estamo´ lo´ muchacho´,
venite a tomar unos vinos… hoy canta el Abel! vení!!
Y vos te reías (te reías mucho… con ganas, cómo olvidarlo
si fue antes de las lágrimas…).
Entrar al Unión era salir a la vida, me entendés? no importa…
vos siempre decías que yo era una romántica empedernida
y sí… me emocionaban todas esas mesas de madera vieja,
con olor a barco de puerto desconocido, manteles
de papel de estraza manchados y llenos de versos
y versos… y todo era un bodegón de Spilimbergo,
y nosotros soñábamos con ojos de almendra, como sus mujeres
del lienzo, como jóvenes que éramos en un tiempo sin tiempo.
El piano era libre como las ideas, y los tangos a coro
eran nuestros himnos de batalla, los vasos en el aire, al compás
y Cátulo Castillo y el gordo Troilo se nos venían a las gargantas
con voces rayadas de cansancio y sedientas de justicia:

“Fueron años de cercos y glicinas,
de la vida en orsay, del tiempo loco.
Tu frente triste de pensar la vida
tiraba madrugadas por los ojos…
Y estaba el terraplén con todo el cielo,
la esquina del zanjón, la casa azul.
Todo se fue trepando su misterio
por los repechos de tu barrio sur.”

Homero Manzi se dibujaba en volutas de cigarrillo colectivo
(qué manera de fumar tabaco negro y de soñar, mi amor)
vos y yo éramos uno más uno, que éramos todos, te acordás?
Así nos decíamos, querido, entre tango y tango… y para siempre.
Decime Abel, por qué hoy te traigo en este Ángel de Piazzolla
y aunque ya no fumo te huelo igual, desesperadamente, y lloro.

© 2008 Rosa Buk

La imagen y la música en cada poema fueron elegidas por Rosa Buk, cuando los publicó por primera vez en poesiapura.com

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