Sí, teníamos aquella terraza en Palermo

 

¿Cuándo fue la última vez que nos miramos a los ojos,
y deseamos una vida en azul?
Una vida sin espaldas ateridas de frío negro, de hambre de caricias
para nosotros, para todos…
¿Cuándo, querido Abel, fue el baile en la terraza de Palermo?
Se me escapan los nombres… Ana… Gastón…sí…
(ay, cómo se querían…como nosotros, verdad? mi flaco lindo)
Te acordás? la vista a los trenes sobre el puente Pacífico era nuestra
la vista y el corazón en cada ventanilla encendida…
pasajeros nosotros de una historia irrepetible
porque estar enamorados fue recitar a Bernárdez suavecito…

“Es contemplar desde la cumbre
de la persona la razón de las heridas.
Es escuchar en una boca
la propia voz profundamente repetida
Es contemplar un tren que pasa por la
montaña con las luces encendidas. “

así fue… Buenos Aires se incendiaba de dolor
y aquel espacio bajo el cielo era nuestro refugio.
Cómo me mirabas, lindo Abel…
me dijiste suavecito, al oído… con esa voz de hombre que abriga
“algún día en cualquier lugar Rosita, no lo olvides…”
y seguimos bailando al compás dulce e inmortal
de este tema de Tony Benett que hoy reencontré
y me cobija en sus giros de terciopelo prohibido.
Ay, querido, hoy no puedo tener en mi cabeza Cólera Buey,
hoy no…
y no quiero recordar los libros de Rodolfo Walsh,
ni las heridas verdaderas de sus palabras
hoy no puedo…
no puedo porque te necesito aquí, entero, mi almita…
para que me llevés a Palermo, a la casa azul,
me tomés de la cintura y me hagás creer que mi blusita prestada
y los jeans gastados de correr y trabajar sin horario establecido,
sean un vestido de fiesta vaporoso
como en las películas de Doris Day… o la Rita Hayworth
atemporales damas del arte efímero y para siempre…
y que tu camisa leñadora sea un traje de seda brillante,
mi Abel querido… sí, un ratito… en una ciudad sin aliento y repetida,
y entonces el beso caiga en los labios entreabiertos
bajo esta lluvia fina
acallando los libros de aquella revolución anhelada…
sólo un instante, amor, sólo un instante…
y en ese silencio con sirenas de ciudad siempre en estado de sitio…
me digas, simplemente…”qué linda estás, querida”.

© 2008 Rosa Buk

La imagen y la música en cada poema fueron elegidas por Rosa Buk, cuando los publicó por primera vez en poesiapura.com

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